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Era la mañana, la que oculta la luna,

y el viento ondeaba en una bandera

invisible

que no dejaba ver las montañas del frente.

La música alimentaba el recuerdo,

el más hermoso o el más terrible,

y un grito, inundando la boca,

apresuró el pasado y el presente.

Era la mañana, la que duele a la luna,

y el silencio del mar, alborotado,

entró agonizante por la puerta.

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